Mientras se desarrolla el video puede leerse el poema -que como el propio concierto- consta de tres movimientos...
VIDEO
En 1972 Astor Piazzolla compuso, para su
Conjunto 9 , el Concierto de Nácar,
para nueve tanguistas y orquesta filarmónica ,
primer antecedente de sus posteriores obras sinfónicas
para bandoneón.
* Presto
Esa otra palabra: el silencio
Perdida en murmullos de la selva
Y en fauce de insospechadas faunas.
¡Descubierta!
Por trueno y rapacería.
¡Río arriba!
Y al sur sólo una huella.
¡Vuelan flechas!
Al fragor de arcabuces:
Son barbados los dioses
Son ladrones del rey.
Dice el cronista en su comentario
Al emperador: Desde el génesis
Encarnación y Cristo vivo
Sólo el hallazgo de Indias cobra altura.
América inesperada. Tierra del Plata
Y por el oro vienen:
¡Río arriba!
¡Río abajo!
¡Violan/ Matan!
¡Roban/ Violan!
¡Matan/ Roban!
Asunción la que siente
La mente en Buenos Aires
Y al sur la rastrillada
Devuelve música al silencio.
El de Guadix desesperó en ayunas
(A su espalda medraron
La muerte y el incendio)
Él puso el roble en Escobar
Junto al Luján de la matanza
Y de su mano el testigo
Para el siguiente adelantado.
Después los capitanes
Treparon el agua. Soltaron los caballos
Torvos/ enfrentados/ amancebados
Hicieron la guerra. Sujetaron yanaconas
Llenaron bolsa y bolsillos
Con tiranía y Dorado
Olvidados del rey y de la torre.
Y uno triunfó con el mayor harem
Del paraíso de Mahoma.
Cuando el gobernador llegado
Ordenó ley y lugartenientes
Lo embarcaron engrillado
Acusado de romper
Complacencia de abusos
El impuesto. El servicio
Personal de carios y gentiles.
Y hubo otra fatua Buenos Aires
De muros que transcurrían ríos
A orillas del San Juan
Sobre otra banda
Que el empeño de Alvar Núñez
Equivocó en tantas aguas.
¡A la tierra!
Blancos inesperados
¡Por el oro!
Con mechas encendidas.
¡Arrebatan!
Riquezas y mujeres.
Diablos con dos cabezas
De medroso relincho
Fatales en su risa.
Pero en silencio el nácar construye
Ladrillos de esperanza
Planta una raza de profetas: Dibuja
La ciudad de verbo alucinado.
A la vez Macondo y Jericó
Resucitada. Alta en soberbia
Pero campesina en planta baja:
El puerto alumbra apasionado.
Partir/ Volver/ Marchar errante
Ciudad que el mundo invade
De sus murallas desprendido silbo:
Este es el tango de nácar alumbrado.
** Lento – melancólico
VIDEO
Al principio fue la codicia:
La tercera Buenos Aires
De pie. Un puente. El techo
Del Plata. Un puerto reparado.
El proyecto en flor
Para amasar el pan
Y alimentar los hijos.
Aunque en silencio todavía
Buenos Aires era al sur una huella
Dispuestos los brazos
Sólo por entonces
Para enancar un Potosí al imperio.
Y la codicia dividió la tierra
Apartó agua y cielo.
Sujetó al gaucho -que en las vaquerías
Hablaba guaraní- para saquearlo.
Usó al indio manso
Para cubrir cañones. Y al retobado
Puso a horadar montañas.
Cargó y traficó esclavos
Del otro extremo del Virreinato:
Usó. Mezcló. Gastó. Contrabandeó.
Rieron los bandeirantes
Del orgullo portugués. Festejaron
Los franceses con espada y con puntilla
Y los ingleses cobraron presa
Sumaron pirateando
La ingenuidad colonial.
Pero ellos repartieron bien
Respetando a su monarca.
Sólo en las misiones los jesuitas
Sujetaron norma y dignidad
Del indio que es un hombre
De María en cada madre
En todo toldo. En sus rucas
Ranchos y enramadas.
Por eso se expulsó a los padres:
En esta tierra
La verdad no servía a nadie.
La ciudad desplegó codicia
-una música de sordos penitentes-
En cientos de comercios.
Los invasores ingleses permanecieron
Tras los mostradores:
Compramos chafalonías
Vendimos sueños/ decencia/ patrimonio.
La libertad/ la independencia
Fueron gestos de conveniencia
Postigos inseguros
Entreabiertos al miedo
Al sarcasmo y la rapiña.
Después llegaron los colonos
Pintando de esperanza el Plata.
Las tardes de otoño en las veredas
Encendían música entre lágrimas:
Una extraña melodía
Que nacía del abrazo de restos y retoños
De sombras apareadas
Con tenue reverberación.
¡Los porteños!
¡Los indianos!
El alma era inmigrante
Europeo el corazón.
En tanto el auca en su semilla
Disponía amaneceres:
Sueños de justicia
Con hornos encendidos
Y oceánicos partos.
Todavía en silencio el nácar construye
Ladrillos de esperanza
Planta una raza de profetas: Dibuja
La ciudad de verbo alucinado.
A la vez Macondo y Jericó
Resucitada. Alta en soberbia
Pero campesina en planta baja:
El puerto alumbra apasionado.
Partir/ Volver/ Marchar errante
Ciudad que el mundo invade
De sus murallas desprendido silbo:
Este es el tango de nácar alumbrado.
*** Allegro marcato
VIDEO
Nacido junto al mar. Otro puerto
Como Alvar Núñez buscó su norte
Y respiró con el zorzal
Empuñando el fuelle. Otros puertos:
Hambre y bronca. Barrios negros
Donde campeó el jazz
Y alumbró el Orpheum.
Y en su música jugaron
Marionetas del pasado
Con acordes de lo que vendrá:
Un origen común americano
Y plantado en nácar su destino.
Todos fuimos alcanzados
Por el plata musical/ La corriente
Rindiendo al padre su tributo
O inversa el agua y escalada
Por mitologías borgianas.
¡Indianos! ¡Caudillos!
¡Porteños! ¡Carmesí!
Estampados en nácar
El concierto proyecta
Retratos del tiempo plano:
¡Porteños! ¡Porteños!
¡Caudillos! ¡Carmesí!
¡Indianos! ¡Invasión!
América inesperada. Tierra del Plata
Y por el oro vienen:
¡Río arriba!
¡Río abajo!
¡Violan/ Matan!
¡Roban/ Violan!
¡Matan/ Roban!
Para que nazcan los varones
Desde estas madres
De pañuelo ceñido. Respiramos
Anudados en el tango:
El puerto/ Los molinos/ Las barracas
Urbano el gaucho y el indio
Redivivo. Suena Piazzolla
Entre murallas de nácar suena
Como el sudeste.
Porque en silencio el nácar construye
Ladrillos de esperanza
Planta una raza de profetas: Dibuja
La ciudad de verbo alucinado.
A la vez Macondo y Jericó
Resucitada. Alta en soberbia
Pero campesina en planta baja:
El puerto alumbra apasionado.
Partir/ Volver/ Marchar errante
Ciudad que el mundo invade
De sus murallas desprendido silbo:
Este es el tango de nácar alumbrado.
(c) Carlos Enrique Cartolano -de A ojo y de oídas -, 2011