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25 de septiembre de 2016

el timbre


Era preciso ocupar las manos, los dientes o sabía dios qué; había que llenar
en algún sitio un agujero que no tenía nombre. Yo sabía el nombre de sobra
y hubiese puesto a gusto mi cabeza en el tajo con tal de que no se tratara del amor,
como creía Simone, sino de algo mucho más turbio e indefinible,
de una escapatoria, siempre la misma. De ese deseo de volver la espalda
 a la realidad, de perderse, de destruirse, de lo que era tal vez,
muy en el fondo, la atracción de la muerte.
Christiane Rochefort, El reposo del guerrero

si existir consistió en estar atento/ no en cuanto medie:
en la escucha misma mi sentido y ápice de esto que yergue
y parte/ ahora lo veo todo es cuestión de timbres
repiques que arriben prontos al oído/ metales cristal
vibráfonos chicharras

que existe la voz/ las voces me buscan casi siempre bien
los sonidos de este lado/ del consciente digo
de eso que despierta con ritmo en la belleza el motivo
la brizna un polvo remoto nombrado al nivel del mar
aunque parezca previo/ material de otra memoria

estoy decidido: es hora de cambiar el timbre/ de oír

© Carlos Enrique Cartolano. Patriapalabra, 2016

Ilustración: Javier Caula



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